“Hay personas, me incluyo, que piensan que lo más importante de un hombre es su visión del universo. Pensamos que para un arrendador, por ejemplo, es más importante conocer la filosofía de un inquilino que su sueldo”.

G.K. Chesterton

Sentido Común


Como emprendedor he empezado negocios interesantísimos. Esto incluye en su momento el tercer mayor exportador de flores frescas del Perú con clientes en Europa y Estados Unidos. También incluye una empresa de internet financiada con capital de riesgo de San Francisco. En Noviembre del 2000 el Financial Times publico “De la noche a la mañana, la empresa X logró una valorización de USD 4.2 billones... Pero probablemente sean esfuerzos más modestos como los de (mi empresa) los que dejen una marca en la historia”. Otras aventuras incluyen una revista financiera y hasta una obra benéfica con el apoyo de la Fundación de Google. Por más eclécticas que parezcan todas estas iniciativas tienen un común denominador. Todas fueron un rotundo fracaso.

“Yo diría que nunca he tenido una mejor relación con mi socio. Esto a pesar de estar en sociedad con un maniaco depresivo”

Y es por eso que me apasiona tanto la bolsa de valores. ¿De qué otra forma podría participar como accionista en más de 40,000 empresas inscritas en bolsas de todo el mundo? Incluidas en esta lista están las mejores compañías, manejadas por los mejores gerentes, con acceso a los mejores mercados y oportunidades. Puedo participar en empresas establecidas, probadas, exitosas y sin el mal sabor asociado con clientes morosos o competir con mejores gerentes que yo. Cuando participo en una empresa a través de la bolsa nadie me pide aumento, algo que siempre odie, ni tengo que pagar gratificaciones, que tampoco me gustaba mucho. Si no estoy de acuerdo con el manejo o dirección que esta siguiendo la Cía. puedo vender mis acciones en minutos. No tengo que entrar en la desagradable dinámica de “me compras o te compro” que hay a veces entre socios. Es más, gracias a la bolsa, yo diría que nunca he tenido una mejor relación con mi socio. Esto a pesar de estar en sociedad con un maniaco depresivo, como lo llamo Benjamin Graham. Mi socio, el “Sr. Mercado”, (otra de Graham) se despierta a veces eufórico por las infinitas posibilidades de la compañía y ofrece comprar mi participación a precios exorbitantes. Otro día, decaído y deprimido, me ruega que le compre su parte a una fracción de su valor real.

Que otros lidien con el dolor de cabeza de ser empresario. Yo voy a revisar el último reporte trimestral de Apple para ver cuantos iPads hemos vendido.